lunes, 3 de octubre de 2011

Profesión Digna



Juramento de Hipócrates

Mucha gente se refiere al juramento hipocrático que supuestamente hacen los médicos al graduarse y obtener su título en las escuelas de medicina. 

Por el contexto de sus comentarios se puede colegir que no conocen el texto del mismo a pesar de las facilidades actuales para encontrar en esa maravillosa herramienta tecnológica llamada Wikipedia y tampoco saben que ya casi nadie hace, por lo menos en México, el citado juramento.

Por lo anterior, transcribo el que se supone fue dictado por Hipócrates y consumado por Galeno para regular en cierta forma el comportamiento ético de sus alumnos, cuando empezaron a enseñar la práctica de la profesión no sólo a sus descendientes, sino a personas ajenas a su familia.
 
Todo esto en el siglo V antes de Cristo:“ Juro por Apolo el Médico y por Esculapio, Higeía, Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndoles de jueces, que éste mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento. 

A aquél que me enseñó este arte, lo estimaré lo mismo que a mis padres; participará de mi mantenimiento y si lo desea participará de mis bienes.
 
Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo.Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que a mí me enseñó, y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.

Llevaré adelante este régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. 

A nadie daré una droga que pudiese ser mortal aun cuando me fuese solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer pesarios abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi arte en la inocencia y en la pureza.

No cortaré a nadie ni siquiera a los calculosos, dejando el camino a los que trabajan en esa práctica. 

A cualquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos.Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas.

Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro”.
 
Las negrillas en el texto son mías y las pongo para señalar los conceptos, que según este servidor, aún son válidos en la práctica de la profesión. 

Y si lo revisan cuidadosamente ni aun entonces decía en ninguna parte que el médico, salvo a sus maestros y alumnos, no debía cobrar por sus servicios. 

Al contrario.Desde entonces, los que estudian medicina lo hacen, no con el afán de hacerle daño a nadie, sino por el contrario, de curar y aliviar a sus semejantes y por supuesto y legítimamente, con el objetivo de recibir la compensación económica suficiente para poder llevar y ofrecerle a sus hijos una vida digna y cómoda.
 
Acorde por supuesto a los interminables años de estudio que ahora exige la profesión.

Pero hay que recordar que en esta época, la medicina se enseña en escuelas y facultades y se aprende de libros muy costosos que nadie tiene a bien proporcionarle gratis a los estudiantes.

Que en los tiempos de Hipócrates y Galeno, los médicos eran venerados, y si el paciente fallecía a pesar de los esfuerzos hechos, se agradecía al médico su trabajo y su atención al enfermo.No había diputados que llamaran a los médicos “asesinos de bata blanca”.
 
No había comentaristas de televisión que sin ton ni son insulten a los profesionales de la medicina sin investigar primero de parte de quién está la razón.No tenían que estar de asalariados en hospitales ganando miserias, teniendo que trabajar en dos y a veces en tres plazas para poder sobrevivir con cierta dignidad.
 
No se les echaba la culpa de todo lo que pasaba a los enfermos hablando de “negligencia médica”.

No se les detenía en sus centros de trabajo de manera humillante por elementos de la PGR (no había PGR), solamente porque a algún ignorante se le ocurrió sin evidencia científica alguna, que el médico era el responsable de la muerte o el daño.

No existían el seguro de riesgo profesional inventado por los abogados para proteger a los médicos de la voracidad de otros abogados encargados de mal aconsejar a los enfermos y que ahora muchos médicos tienen que traer en el bolsillo. 

Especialmente los ginecoobstetras.

No existía la Comisión de Arbitraje Médico.

En suma, eran otras las circunstancias que hace 25 siglos vivieron los ilustres Hipócrates y Galeno.
 
Han cambiado muchas cosas desde entonces, sobre todo el ambiente en el que se ejerce la profesión médica, la más científica de las humanidades y la más humana de las ciencias. Una profesión en la que el avance de la tecnología hace cada vez más arduo su estudio y su dominio. 

Es la carrera que más años exige para poder ser médico especialista o sub especialista y una de las peor remuneradas en las instituciones de salud pública. Pero sigue siendo una profesión digna y los que se dedican a ella lo siguen haciendo con el objetivo primordial de hacer el bien, de curar a sus semejantes y deben seguir siendo respetados.